Chile: celebraciones en claroscuro

 Chile: celebraciones en claroscuro

Más sombras que luces se han observado en esta conmemoración aunque siempre se seguirán escuchando las últimas palabras del presidente Allende que nunca han perdido vigencia: “…superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile!, ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores!”.

Damasco, 16 sep (SANA) Escribo esta semana desde Chile donde asistí a un seminario internacional organizado por la Municipalidad de Recoleta, la Fundación Constituyente XXI y otras organizaciones a fin de conmemorar el 50 aniversario de la caída en combate del presidente Salvador Allende y la entronización de la dictadura cívico-militar fascista que se estableció en este país por 17 años.

Un ambiente sombrío se cierne sobre un país que no ha logrado superar la división y la confrontación que impuso la dictadura. La fecha ha tenido “celebraciones ambivalentes”: unos han recordado a Allende, su gesta, su lealtad al pueblo y su inmolación heroica en defensa de la democracia, y otros han recordado con júbilo la irrupción violenta de las fuerzas armadas que “liberó a Chile del cáncer marxista”.

Mientras tanto el gobierno se hizo a un lado, organizando una conmemoración elitista despojada de una participación masiva que diera el realce que la fecha y el presidente Allende se merecían. La retórica previa del presidente Gabriel Boric asumiendo una vergonzosa neutralidad, refiere a la controvertida teoría de los “dos demonios” que responsabiliza por igual a Allende y a la dictadura por el golpe de Estado.

No podría ser de otra manera si nos atenemos a que Chile tiene un presidente débil, cobarde, timorato, dubitativo y pusilánime, todo lo cual está siendo aprovechado por la derecha más recalcitrante para pasar a la ofensiva y mantener al pueblo en un inmovilismo paralizante que comenzó el 15 de noviembre de 2019 cuando las élites de poder, Boric entre ellos, firmaron un acuerdo de gobernabilidad cupular que inmovilizó la protesta social que tenía a Piñera y a su gobierno “contra las cuerdas” y al borde de su defenestración. Hay que decir que, lamentablemente, la pandemia también hizo su parte.

Boric se benefició de este acuerdo que muchos en Chile consideran una traición al pueblo y una decisión a favor de los empresarios y la derecha. Al igual que al final de los años 80 del siglo pasado, los poderes ocultos del país recurrieron a una salida mediatizada que pudieran controlar y manejar a su antojo a fin de evitar una alternativa que tuviera al pueblo como protagonista y motor de las transformaciones y que condujera a Chile a una recuperación verdadera de la democracia, constreñida hoy legalmente por una constitución aprobada fraudulentamente en dictadura.

El acuerdo del 15 de noviembre que ulteriormente llevó a Boric a la presidencia, dio continuidad al modelo económico neoliberal y profundizó la democracia represiva que impusieron sus antecesores. La lealtad de Boric a Estados Unidos es absoluta. Su sorprendente alineamiento con Washington respecto al conflicto en Ucrania es expresión de una decisión perruna de acatar las órdenes del amo. Hasta Pinochet ejerció más autonomía en materia de política exterior. Todo esto ha hecho que el gobierno minimizara la fecha para convertirla en una celebración a puertas cerradas en un palacio de la Moneda rodeado de centenares de efectivos policiales y unas calles vacías, mudas, ausentes del pueblo que Allende defendió hasta el último minuto de su preciosa vida.

 Las conmemoraciones más importantes recayeron en la municipalidad de Recoleta, donde el alcalde Daniel Jadue, su equipo y otras organizaciones populares y sociales se hicieron cargo de recordar a Allende en su verdadera dimensión, generando una verdadera fiesta cultural y un gran debate de ideas para coadyuvar al proceso de formación política necesaria para que Chile pueda retomar el camino de una verdadera democracia, real, participativa y con protagonismo popular.

En lo que a mí respecta, estuve formando parte de un panel realizado en la sede de la Confederación Nacional de Funcionarios de la Salud Municipalizada (Confusam), combativo sindicato de trabajadores de la salud, en el que se revisaron las políticas públicas de la Unidad Popular. Me correspondió dar una ponencia sobre la política internacional del gobierno popular y el pensamiento internacionalista del presidente Allende,

Así mismo, en el marco de los eventos organizados en Recoleta me tocó exponer acerca de los diferentes niveles de análisis del conflicto en Ucrania para explicar las repercusiones internacionales y la transformación que ese hecho está teniendo en el sistema internacional y el paso de un modelo atlantista a uno que tiene su eje en el gran espacio euroasiático.

Pero el evento más emotivo y hermoso al que me tocó asistir fue un encuentro en el Liceo Andrés Bello donde estudiaba cuando se produjo el golpe de Estado de septiembre de 1973. Allí recordamos y develamos una placa con el nombre de seis compañeros asesinados y uno desaparecido por la dictadura que fueron estudiantes de ese liceo. Recorriendo los pasillos y los patios de la escuela en la que comencé mi formación educacional y política como militante revolucionario, pude evocar aquel aciago día, hace 50 años.

En tanto ocurren estas conmemoraciones, el país se debate en medio de una nueva trampa de la derecha que el presidente, su gobierno y los partidos que lo sustentan han observado como borregos del poder que maneja el país. En una jugada magistral, la derecha fascista está redactando una nueva constitución tan reaccionaria, tan retrograda y tan conservadora que hasta sectores que van de la derecha un poco menos cavernaria hasta la izquierda oficialista han llamado a rechazar, lo cual-vale decirlo- no deja de ser alentador ante la tamaña regresión que significaría aprobar una constitución medieval en pleno siglo XXI.

Pero en el trasfondo, de lo que se trata es de que, de esta manera, se va a terminar validando y legitimando la actual constitución de Pinochet que da continuidad a un sistema de economía neoliberal, de democracia restringida y de justicia “en la medida de lo posible”.

Más sombras que luces se han observado en esta conmemoración aunque siempre se seguirán escuchando las últimas palabras del presidente Allende que nunca han perdido vigencia: “…superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile!, ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores!”.

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
Fuente: Prensa Latina

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