La explosión en Gaza era solo cuestión de tiempo

A casi una semana del paroxismo de hostilidades entre el Ejército Israelí, uno de los más poderosos del mundo, pues posee el arma nuclear -cortesía de Francia y de la aquiescencia cómplice estadounidense-, y la resistencia palestina, llueven las tergiversaciones sobre ese conflicto.

La primera es considerar que la incursión de los milicianos palestinos el 7 de octubre fue el detonante del conflicto: la conflagración arde hace 75 años, desde el inicio de la ocupación militar israelí.

Damasco, 14 oct (SANA) Nostradamus, un judío converso de oficio boticario que en el siglo XVI convenció a miles de contemporáneos de ser capaz de ver en el futuro, mencionó entre sus predicciones que la III Guerra Mundial comenzará en Jerusalén.

Los estudiosos de las cuartetas en las cuales plasmó sus augurios en lengua provenzal aseguran que muchos se han cumplido, pero, si así fuera, puede que en el caso de la próxima conflagración planetaria haya fallado en cientos de kilómetros porque la guerra ya comenzó, pero en la franja de Gaza, cientos de kilómetros al oeste de la ciudad que los musulmanes llaman Al Quds.

A casi una semana del paroxismo de hostilidades entre el Ejército Israelí, uno de los más poderosos del mundo, pues posee el arma nuclear -cortesía de Francia y de la aquiescencia cómplice estadounidense-, y miembros de las organizaciones Hamas (Fervor, en árabe) y Yihad Islámica, llueven las tergiversaciones sobre ese conflicto.

La primera es considerar que la incursión de los milicianos palestinos el 7 de octubre fue el detonante del conflicto: la conflagración arde hace 75 años, desde el inicio de la ocupación militar israelí.

Y empeoró en los últimos 17 años, durante los cuales los gazatíes son blanco de ataques aéreos y artilleros de Tel Aviv, que utiliza ese territorio como polígono de prueba para sus tácticas militares.

Sucesivos gobiernos israelíes tampoco dudan en planear y ejecutar asesinatos selectivos de líderes de Hamas, entre ellos el de Ahmed Yasin, líder espiritual de esa organización, quien poco antes de morir bajo las bombas israelíes, en marzo de 2004, hizo una afirmación profética:

“La resistencia continuará hasta que logremos la victoria o seamos mártires.. (…) Enseñaremos a Israel una lección inolvidable”.

Antes aún, en septiembre de 1997, seis especialistas en asesinatos políticos del Mossad, autorizados por el entonces primer ministro Benjamín Netanyahu, viajaron a Jordania para asesinar a Khalked Meshaal, líder político de Hamas, dos de los cuales lo rociaron con una dosis de fentanil, mientras cuatro servían de apoyo para la huida.

Aunque la acción fue completada, la evacuación de los ejecutores fue impedida por los guardaespaldas de Meshaal, quienes lograron capturar a dos de los integrantes del comando.

A partir de ese momento todo el plan devino un escándalo político que llegó al punto de crisis cuando el entonces rey de Jordania, Hussein, advirtió a Netanyahu que si Meshaal moría, ejecutaría en la horca a los dos israelíes capturados.

La magnitud del problema aconsejó al primer ministro israelí a hacer de tripas corazón y enviar a toda prisa a Jordania el antídoto del veneno.

Esos dos casos son solo un botón de muestra de la virulencia con la cual las autoridades de Tel Aviv en todas las tendencias actúan contra la franja de territorio palestino, revestida de una crueldad sistemática por el carácter científico contra la población gazatí.

Resulta un error muy difundido creer que los nazis alemanes fueron los inventores de los campos de concentración. En realidad, esas instalaciones surgieron en lo que hoy es Sudáfrica durante la guerra anglo-bóer entre fines del siglo XIX y principios del XX, ideadas por los británicos para encerrar a sus adversarios holandeses.

La experiencia sería replicada a fines del siglo XIX por un gobernador militar español en la isla de Cuba, Valeriano Weyler, enviado a la isla caribeña en 1896 para apagar el incendio independentista iniciado el año anterior y preservar la última joya de la Corona ibérica en América Latina.

Datos de aceptación universal cifran en 400 mil los pobladores de zonas rurales cubanas reconcentrados por orden de Weyler de los cuales el 25 por ciento, unos 100 mil, murieron de inanición y enfermedades.

A mediados del siglo pasado, el concepto de eliminación de opositores alcanzó la cúspide en la Alemania nazi con la creación de los campos de concentración donde asesinó a millones de judíos, eslavos, católicos, comunistas, gitanos, homosexuales en el paroxismo de su teoría de raza superior destinada a gobernar el mundo.

Tras la victoria de los aliados, la Unión Soviética, Estados Unidos y el Reino Unido, en la II Guerra Mundial, parecía que aquella pesadilla no volvería a atormentar a la humanidad.

Por paradójico que parezca, Israel reeditaría el drama en el mundo real siete décadas después en la Franja de Gaza con el apoyo de Estados Unidos y Europa.

Los campos de encierro, en esta ocasión, tendrían como valor añadido que los concentrados, además de estar bien localizados y listos para su holocausto, producirían ganancias económicas.

Entre las preguntas que trata de responder uno de los ensayos que llevan adelante Tel Aviv en Gaza está: ¿resulta posible obligar mediante el hambre a toda una comunidad humana a someterse a una ocupación extranjera?

Sugestiva interrogante, tanto, que los gobiernos de Israel y de estados Unidos, en colaboración con Europa, cumplen un riguroso experimento científico destinado a obtener una respuesta definitiva.

El procedimiento comenzó con la retirada en la segunda mitad de agosto de 2005 de los asentamientos sionistas en la franja palestina, ordenada por el primer ministro Ariel Sharon y el cierre de todas las entradas y salidas con un bloqueo por aire, mar y tierra, además de la subordinación de la economía palestina a la estructura gubernamental de Tel Aviv.

Entre las principales fuentes de ingreso de los palestinos están los impuestos aduaneros a sus importaciones y exportaciones, los cuales, en teoría, son cobrados por las aduanas israelíes para transferirlas a las de la Autoridad Nacional.

Tal proceso no siempre llega al término estipulado; con frecuencia, el gobierno israelí secuestra esos fondos y se los apropia con el pretexto de evitar que vayan a manos de terroristas.

Reseñar los persistentes ataques que alguna prensa califica de “ofensivas” del poderoso ejército israelí contra Gaza con su secuela de muerte y destrucción de instalaciones y residencias civiles, sería repetir noticias que a fuerza de cotidianas han dejado de llamar la atención.

Es en ese contexto de impunidad del gobierno sionista para sus acciones en Gaza y Cisjordania, su expansión territorial y el vandalismo, que sobrevinieron los acontecimientos del pasado 7 de octubre.

Visto desde la óptica más desapasionada, era solo cuestión de tiempo que la situación llegara al punto crítico, como ocurrió.

Por Moisés Saab Lorenzo

Fuente: Prensa Latina

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