Rusia cambió el juego en Siria, a favor de los sirios.

Damasco, SANA

La llegada de Rusia al tablero del conflicto sirio puso freno a los propósitos geoestratégicos de Occidente en la región del Levante y derivó en una clara demostración de las imposibilidades hegemónicas de Estados Unidos.

El gobierno sirio, después de sufrir una verdadera invasión terrorista a cargo del movimiento Estado Islámico (EI), financiado y pertrechado indirectamente por Occidente, solicitó la ayuda de la aviación militar rusa para enfrentar ese embate.

Cuando en septiembre de 2015 el presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó el envío de la aviación de combate al estado levantino, hacía casi un año que Estados Unidos hablaba de un enfrentamiento de sus aviones a grupos extremistas en Siria.

Una de las primeras operaciones de las naves aéreas rusas fue cortar unas de las vías más jugosas de ingresos millonarios del EI, es decir, la venta ilegal de petróleo a otras naciones vecinas para autofinanciarse.

Por ello, el objetivo inicial consistió en eliminar un convoy de camiones cisternas del grupo terrorista con crudo sirio.

Sería necesario aclarar que Rusia llevó a Siria lo más moderno de sus Fuerzas Armadas. De acuerdo con la publicación digital Voenoe Obozrenie, unos 300 nuevos tipos de armamentos fueron probados en Siria.

Además, la operación en la nación mesoriental se realizó a la par de un restablecimiento de la capacidad de acción y la modernización de las fuerzas armadas rusas.

La aplicación acelerada de la alta tecnología y la sustitución de importaciones en el Complejo Militar Industrial, tras el golpe de Estado en Ucrania y las sanciones de Occidente contra Moscú, catalizaron el desarrollo nacional de armamentos.

Siria también demostró la capacidad de Rusia para trasladar fuerzas mucho más allá de sus fronteras, organizar una logística a fin de mantener a plena capacidad combativa un contingente como ese y, además, garantizar el establecimiento de bases militares.

De esa forma, en el proceso de la guerra en Siria, Rusia puso en práctica el moderno bombardero SU-34, con movimiento supersónico y con una gran efectividad en las misiones en Siria.

A ello se unieron los misiles alados Calibre disparados desde fragatas rusas desde el mar Negro, el Mediterráneo y el Caspio contra blancos terroristas a dos mil kilómetros de distancia.

Todo esto ocurrió cuando Putin anunciaba la puesta en funcionamiento de una nueva generación de misiles hipersónicos como el complejo Avangard (30 mil kilómetros por hora) y los cohetes supersónicos Kinzhal, situados en interceptores MIG-31K.

Además, Rusia prueba los misiles supersónicos Tsikron, fabricados para submarinos atómicos rusos, o los sumergibles Belgorod, portadores de los drones-submarinos Poseidon.

Ello forma parte del desarrollo de las fuerzas armadas rusas en los próximos siete años, para lo cual se prevén gastos superiores a los 197 mil millones de dólares.

LA MENTIRA DE OCCIDENTE CON PIES CORTOS

Rusia creó el Centro de Reconciliación para Siria, el cual no solo ayudó a restablecer la vida pacífica en los territorios liberados, con la realización de desminados y repartición de ayuda humanitaria, sino también a mantener el orden interno.

Las funciones del centro ruso pasaron, además, por las negociaciones que se efectuaron en ciudades como Alepo y Palmira, así como en provincias como Deir Ezzor para la salida por corredores humanitarios de grupos armados y sus familias.

De esa forma, la referida entidad también sirvió para poner en evidencia las manipulaciones de Occidente sobre el tema del uso de armas químicas, mediante la creación de escenarios falsos de supuestos ataques del gobierno sirio contra civiles.

En ello se destacó, sobre todo, el llamado grupo Cascos Blancos, muchos de sus miembros pagados por Occidente y con nexos directos con grupos terroristas, pero presentados como los supuestos defensores de la población ante ataques químicos.

La intención era culpar al gobierno sirio del empleo de esas armas, para justificar la presunta necesidad de sacar del poder al presidente Bashar al- Assad y de mantener fuerzas estadounidenses de ocupación, sobre todo, en el norte sirio.

EL PROCESO DE ASTANÁ

Las negociaciones sobre Siria en Ginebra, iniciadas en 2012, pero con el claro propósito de situar al gobierno sirio como el villano del conflicto, tuvieron poco éxito y en diciembre de 2016 surgió el llamado proceso de Astaná.

El acuerdo de Rusia, Turquía e Irán para convertirse en garantes de un frágil alto al fuego en todo el territorio sirio fue seguido por la convocatoria a conversaciones directas en Astaná entre 12 grupos armados moderados y el gobierno de Damasco.

Pero entre los aspectos importantes del proceso de Astaná (capital kazaja que ahora se denomina Nur-Sultán) fue el de iniciar un proceso con una participación casi nula de Occidente.

Además, las mencionadas conversaciones pusieron de relevancia el creciente papel del gigante euroasiático para influir en los acontecimientos en Medio Oriente, pese a la ocupación de parte del territorio sirio por tropas norteamericanas.

De igual forma, con su actuar Rusia puso totalmente en duda la necesidad de mantener las fuerzas estadounidenses en un país, cuyo gobierno rechaza la presencia de esos militares que la Casa Blanca asegura luchan contra agrupaciones extremistas.

Las conversaciones de Astaná también dieron lugar a la creación en mayo de 2017 de cuatro zonas de seguridad, distribuidas en ocho provincias sirias, a lo cual siguió la formación sobre esa base de cuatro zonas de distensión.

Rusia, Turquía e Irán asumieron responsabilidades, de conjunto o por separado, de garantizar un proceso de desarme de grupos regulares, el regreso de desplazados y el acceso de ayuda humanitaria a los citados territorios.

De hecho, el surgimiento de esas zonas, una de ellas en la provincia de Idlib, donde se concentraron miles de radicales, permitieron reducir las tensiones y el regreso del control del gobierno sirio sobre su propio territorio.

Como un complemento del proceso de Astaná estuvo el Congreso Nacional Sirio, del cual fue testigo Prensa Latina, efectuado pese a trabas impuestas por algunos convocados, en un intento por llevar al fracaso el evento en la ciudad balneario de Sochi.

El 30 de enero de 2018, decenas de dirigentes de grupos opositores y tribales vivieron una larga jornada de discusiones y propuestas en el Centro de Congresos de Sochi que mantuvieron en vilo a la prensa.

Finalmente, a contrapelo de los deseos de Occidente, el foro intersirio acordó la creación de un comité constitucional para elaborar una nueva Carta Magna.

Aunque el congreso en el sureño balneario ruso fue considerado un complemento para las pláticas de Ginebra, mostró el poder de convocatoria de Moscú con vistas a discutir asuntos cruciales de Siria, incluido su proceso político.

RUSIA Y LA SIRIA POS-CONFLICTO

En tiempos aún lejanos para hablar de un control de la situación en Siria, en abril de 2018, el Foro Económico Internacional de Yalta, en la península de Crimea, contó con una amplia participación del país levantino.

Una vez más, Prensa Latina tuvo la oportunidad de presenciar la firma de acuerdos para un intercambio de mercancías entre los puertos sirios y los de Crimea, lo cual se vio como importante aporte a la reconstrucción del país levantino.

En aquella ocasión, el diputado sirio Samir Shina, al frente del comité parlamentario de amistad con Venezuela, declaró a Prensa Latina que su objetivo era debatir en Crimea aspectos de la cooperación en el proceso de restablecimiento de su país.

Tras la guerra, buscamos desarrollar la colaboración entre el puerto sirio de Latakia y Crimea como dos regiones marítimas, subrayó el diputado.

Rusia proponía así no solo el traslado de la ayuda humanitaria a Siria, sino la recepción de productos, frutos de la tenue, pero creciente recuperación económica de ese país.

De esa forma, Moscú sustenta en Siria una participación multilateral que abarca el apoyo a su proceso político, el refuerzo militar en la cuenca del mar Mediterráneo y el respaldo a la reconstrucción del país.

Fuente: Prensa Latina

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